De pobreza intelectual y moral

Aquiles Córdova Morán

De una conocida columna, publicada el 4 de marzo de los corrientes en un diario capitalino igualmente conocido, copio lo que sigue.

“Antorcha Campesina se dedica abiertamente a la extorsión al amparo del tradicional sistema político mexicano. Parecería uno de los grupos de los que el «nuevo PRI» debería distanciarse en un momento en que quiere dejar atrás la corrupción. [Pero] el PRI [necesita] al movimiento para las elecciones del próximo 7 de junio. En el lugar número 6 de la lista de candidatos a diputados plurinominales […] aparece Hersilia Córdova Morán, la hermana de Aquiles Córdova Morán. Aquiles […] decía que la organización tenía el propósito de erradicar la pobreza del campo mexicano. No sé si el Movimiento Antorchista Nacional […] ha ayudado realmente a combatir la pobreza en el campo. Más bien pienso que la ha agravado puesto que sus invasiones generan incertidumbre y afectan las inversiones. Para lo que sí ha servido el esfuerzo es para resolver los problemas económicos de la familia Córdova Morán. Aquiles Córdova, sus hermanos y allegados han acumulado concesiones de gasolineras de PEMEX, terrenos y otras propiedades (“El brazo verde de Peña Nieto, nuevaeraonline.com.mx). [El método es sencillo]. Antorcha realiza manifestaciones […] y plantones para presionar a los gobiernos […] [y así] obtener terrenos y vivienda, pero Antorcha es la […] encargada de repartirlos. Los líderes […] venden los terrenos o materiales de construcción a un precio menor al de mercado, pero con ganancia. [Es requisito] participar en las movilizaciones y plantones para [obtener] más terrenos y subsidios. [Así] se cierra el círculo vicioso de este negocio”. Hasta aquí la columna.

Ahora bien, no es el ataque en sí lo que nos sorprende, puesto que ha sido el pan de todos los días desde que nacimos a la vida pública y ya estamos acostumbrados. Sí llama nuestra atención, en cambio, la jerarquía del columnista, la importancia del medio en que aparece la denuncia, el momento en que se produce y la causa visible de la misma: una candidatura plurinominal para la profesora Hersilia Córdova, ciertamente hermana de quien esto escribe. Si a ello sumamos que el autor se vería en serios aprietos si tuviera que explicar la excesiva inquina y malevolencia de sus acusaciones, puesto que ninguna de ellas le consta, y que no ha recibido jamás daño o agravio alguno de parte nuestra, no parece necesario estrujarse mucho el caletre para concluir que se trata de un ataque por encargo de quien (o quienes) se siente con más derecho que la profesora Córdova Morán a la diputación plurinominal.

Esta sencilla conclusión vuelve inútil cualquier intento de discusión seria con el columnista, pero no hay que olvidar a la opinión pública, que tiene derecho a saber qué tenemos que decir los antorchistas sobre imputaciones que, de ser ciertas, deslegitimarían nuestra reiterada invitación a los pobres de México para organizarse y luchar por sus derechos más elementales junto a nosotros. A ellos, pues, dirijo las aclaraciones que siguen. 1) Antorcha Campesina se dedica abiertamente a la extorsión, dice en tono inapelable el autor; y aunque no añade explicación ni prueba alguna, por el contexto parece claro que llama “extorsión” a las marchas, mítines y plantones que solemos hacer para conseguir que nos oigan los funcionarios sordos e insensibles a la pobreza de la gente. De ello se sigue que la Constitución General de la República, que es la que garantiza y tutela estos derechos, es un manual de la delincuencia que debería ser cambiado radicalmente, al menos en este punto. ¿Por qué no se dice así con toda claridad? Pero cabe otra interpretación y es la de que tales derechos constitucionales han sido pervertidos y convertidos en formas de “extorsión” por los antorchistas. Pero tal imputación exige algo más que una simple y tajante aseveración, algo más que la simple afirmación; y ese “algo más” está totalmente ausente en la columna de que vengo tratando, razón por la cual yo tengo derecho a responder que se trata, simple y llanamente, de una calumnia.

2) El “nuevo PRI” debería distanciarse de Antorcha ahora que quiere dejar atrás la corrupción. Jamás se me habría ocurrido discutir una cuestión que, a mi modo de ver, es de la absoluta competencia de cualquier partido, lo haga bien o mal; pero, puesto que quienes piden una ruptura total con Antorcha por considerar que así benefician sus propios intereses, desconocen nuestro legítimo derecho a una representación justa, me veo obligado a poner los puntos sobre las íes. Cualquier persona bien informada, aunque no sea “intelectual” o “politólogo”, puede ver y convencerse del trato frío y distante que el PRI dispensa a los antorchistas desde el inicio del actual sexenio; y no sólo el PRI, sino también destacados funcionarios del gabinete, a grado tal que reciben mejor trato quienes vandalizan vehículos, oficinas y edificios, que quienes siempre se andan cuidando de protestar dentro de la ley. Y si el columnista lo niega, lo invito a que enumere los privilegios que el PRI, yendo contra sus intereses de fondo según él dice, nos concede. Se vería obligado a confesar que todo se reduce a la candidatura de Hersilia Córdova, y a sostener que, puesto que el único mérito de la candidata es ser hermana mía, su nominación es una dádiva graciosa del PRI. Pero cometería una equivocación monumental, pues dejaría de lado que Antorcha es, hoy por hoy, la organización más grande y mejor estructurada del país y, en consecuencia, que merece una representación mayor que la famosa diputación plurinominal. Y para lograr este mínimo de equidad, hemos vivido un viacrucis que no acaba de terminar al día de hoy. Quienes empujan la ruptura con Antorcha, ¿de veras les preocupa el partido o sólo buscan hundirlo separándolo de las pocas organizaciones que tienen verdadera capacidad de convocatoria?

3) No sé (¡sic!) si Antorcha ha ayudado realmente a combatir la pobreza, confiesa el columnista. ¿Y no era su obligación moral saberlo antes de lanzarse a opinar como lo hace? Pienso, continúa, que la ha agravado con sus invasiones. Y estas “invasiones” ¿sí las conoce? ¿Sí las ha investigado? Apuesto doble contra sencillo a que no podría documentar una sola de ellas. Y si puede, lo invito a que lo haga. Sobre el enriquecimiento de la familia Córdova Morán y los negocios con terrenos, no hay mucho que decir. Son infundios muy sobados y repetidos por gente menor, de muy bajo calibre intelectual y moral, que jamás han podido ser demostrados; y para prueba de ello, lo invito también a que documente “concesiones” otorgadas sin que se haya cumplido estrictamente con la normatividad de PEMEX, es decir, sólo para beneficiar a la familia Córdova. Y más que eso, lo invito a que pruebe que los beneficios de tales negocios se concentran en manos de esta familia. No podrá hacerlo jamás, simplemente porque Antorcha y los antorchistas estamos hechos de una madera muy distinta a la de aquellas gentes con que el columnista se ha acostumbrado a tratar.

Para concluir, llamo la atención sobre el embotamiento del filo intelectual de ciertos politólogos e intelectuales mexicanos. Acostumbrados a chapotear en el lodo de la política sucia, corrupta, hecha de trampas, golpes bajos, mentiras descaradas y ambiciones desmedidas, ajenas a los intereses populares, han perdido toda capacidad y toda agudeza visual para reconocer un fenómeno nuevo, como Antorcha, en el panorama nacional, y para calar hondo en formulaciones y planteamientos que se salgan del juego de las traiciones, de las imposturas, de las guerras excrementicias que son su terreno cotidiano. Antorcha no es un simple grupo de vividores; es una organización con brújula ideológica y con un planteamiento preciso para enfrentar y resolver los graves problemas de rezago y pobreza del país. Sus marchas, mítines y plantones no son más que la forma práctica que reviste uno de sus puntos programáticos: el de reorientar el gasto social del gobierno en favor de los que menos tienen. Por tanto, no es correcto atacarlos con epítetos vulgares como “extorsión” o “chantaje”; hace falta echar abajo uno de los puntos básicos de nuestro programa de reformas que busca una mejor distribución de la renta nacional. ¿Por qué nadie nos ataca o desmiente en este terreno? ¿Por qué nadie nos entra por este lado y prefiere atenerse a la calumnia y a la descalificación? Tal vez porque nuestros “intelectuales” sufren una indigencia intelectual y moral tal, que ya no pueden entender (o creer) ideas medianamente elaboradas, y tampoco sienten ya ningún remordimiento por atacar y herir arteramente a quienes, equivocados o no, hacen un esfuerzo sincero por cambiar las cosas. ¿A dónde va la patria por este camino?

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