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El perredista Graco y el priísta Eruviel, gobernadores represores
Jerónimo Gurrola Grave
@jggrave
Los cuatro años que lleva Graco Ramírez como gobernador del Estado de Morelos son los mismos que llevan los antorchistas de ese estado, dirigidos por Soledad Solís Córdova, solicitando que les sean resueltas algunas de sus necesidades más apremiantes: el reconocimiento oficial para una escuela preparatoria; que se dote de fertilizante barato a través de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario a un importante grupo de productores del campo; que se incluya a 400 familias de escasos recursos económicos en un programa de vivienda digna, a través del cual adquieren lotes con facilidades de pago, entre algunas otras, sin que hasta la fecha el señor gobernador haya resuelto alguna de ellas.
Lo que en un momento parecía incomprensible para los antorchistas y la población morelense en general, puesto que el señor Graco había llegado al poder con un discurso “revolucionario” a través de las filas del PRD en rechazo a los conocidos políticos de otros partidos, fue quedando claro con el paso del tiempo que él y su partido son sólo uno más del montón: que son demagogos, que mienten, que maniobran, que son corruptos, que no licitan las pocas obras que hacen, que desvían recursos federales, como los 857 millones de pesos para levantar un nuevo estadio de futbol en Zacatepec, y que no atienden las necesidades del pueblo que confió en ellos y en su discurso izquierdista de “primero los pobres”.
Como dije ya una vez, siendo Morelos uno de los estados más pequeños del país, Graco lo ha llevado a ocupar el nada honroso primer lugar nacional en secuestros, el tercero como estado más violento, el quinto lugar en robo de automóviles con violencia; donde se han cometido 775 feminicidios y 3600 homicidios dolosos. Donde casi un millón de familias viven en pobreza, 670 mil no tienen vivienda, más de mil escuelas carecen de agua potable, luz y drenaje, reprimen y amenazan de muerte a la población que, como era de esperarse, ante el paso del tiempo y no ver resueltos sus problemas, exige y protesta contra su gobierno, como el obispo de Cuernavaca, el rector de la Universidad, el poeta Javier Sicilia, los líderes transportistas, agrupados todos en el Frente Amplio Morelense.
Y mientras con estos resultados Graco sueña ganarse la presidencia de la república, su homólogo, el gobernador priísta del Estado de México, nativo de Ecatepec y también aspirante a la presidencia, Eruviel Ávila, “que reprime en grande”, no canta mal las rancheras. El martes pasado, al día siguiente del desalojo de los antorchistas de Morelos, ordenó a su empleado y alcalde de Ecatepec, Indalecio Ríos Velázquez, el brutal desalojo de 150 colonos y estudiantes ecatepenses indefensos, que desde hacía dos meses estaban en plantón frente al palacio municipal en demanda de solución por la falta de servicios públicos comprometidos en su campaña.
Esa mañana, más de 400 granaderos y decenas de individuos de grupos de choque contratados, vestidos de civil, que dijeron ser tianguistas y transportistas, arribaron al plantón con garrotes, armas de fuego y gas pimienta para desalojar a los antorchistas, arrasando con su campamento y agrediendo a los inconformes dejando un saldo de tres desaparecidos y más de 30 heridos. La cínica explicación del presidente municipal, Indalecio Ríos, y del gobierno estatal es que los vecinos de la cabecera municipal estaban hartos de que los antorchistas estuvieran en la plaza principal del municipio más poblado del país porque los afectaban en sus actividades cotidianas.
Estos hechos evidencian que Graco Ramírez y Eruviel Ávila son seres que aún actúan por instintos, les molesta que los ciudadanos les reclamen por el mal desempeño de sus gobiernos y que sus partidos se alejan cada vez más de la posibilidad de conquistar y mantenerse en el poder, así como la urgente necesidad de un nuevo partido, que encabece y defienda los intereses de los mexicanos.
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