David Casco Sosa
ENVIADO
ALMOLOYA DE JUÁREZ, Edomex.- La ventaja de 18 minutos que tuvo Joaquín El Chapo Guzmán Loera para evadirse por un túnel que construyeron sus cómplices, fue vital para alcanzar su objetivo. Una hora y diez minutos les tomó a los custodios recorrer toda la oquedad de un kilómetro y medio de longitud, y para cuando salieron del túnel, encontraron una casa en obra negra abandonada. El capo se les había escapado…
El reportero que esto escribe tuvo oportunidad de ingresar al ahora famoso túnel, con un compañero fotógrafo. Esta es la crónica.
CAMINO DIFÍCIL
La zona está llena de agentes federales y miembros del Ejército, que recorren y vigilan la zona, escudriñando el paso de todos los vehículos.
Una brecha enlodada es la entrada por donde acceden los agentes policiacos. Un elemento de la Policía Federal nos recomienda estacionar nuestro auto en la carretera, pues por ser compacto corre el riesgo de atascarse en el lodazal. Hacemos caso de la recomendación y corremos con suerte: una camioneta de la Federal va hacia la casa y acceden a llevarnos al reportero y al fotógrafo.
Desde ese punto de la “carretera” hasta la casa de la fuga, son aproximadamente tres kilómetros. El recorrido es lento, esquivando baches y lodo. Nos dejan a unos cien metros de la propiedad, el viaje tomó 20 minutos.
La vigilancia es férrea. Muchos policías federales y soldados fuertemente armados resguardan la propiedad en un radio bastante amplio. Ya hay periodistas de varios medios esperando que se autorice el acceso.
Un funcionario de la PGR llega por los representantes de la prensa y nos conduce a la casa. Nos explica que hay peritos realizando su labor en el túnel y en la casa de tres habitaciones, aledaña a la bodega donde está la salida de la oquedad.
En lo que esperamos nuestro turno para entrar a la bodega y bajar al túnel, un funcionario federal nos cuenta que la tierra que se extrajo del mismo nunca se sacó de la zona, pues fue utilizada para rellenar un área adjunta a la casa, que estaba en declive. Observamos y vemos que efectivamente, esa especie de explanada justo enfrente de la casa, rodeada de una pequeña barda, es la única pareja.
Es decir, nos aclara, la tierra se tiró a unos metros dentro de esta especie de alberca bardeada, con la finalidad de que
Hay alrededor de 10 peritos de la Procuraduría General de la República. Es fácil identificarlos, pues todos están vestidos de pies a cabeza con un uniforme blanco de una pieza y guantes. Siguen los peritajes en la casa de la propiedad, de tres recámaras, y en el interior del túnel.
LAS ENTRAÑAS DEL TÚNEL
Por fin llega nuestro turno de ir al túnel. Somos los últimos de unos 25 reporteros. Todos ellos de televisoras extranjeras. Están las cadenas más importantes de Estados Unidos, Inglaterra y Brasil.
Entramos a la bodega, aún con la carretilla llena de tierra a un lado del boquete de unos 60 centímetros. Bajamos la escalera de siete peldaños y nos encontramos en una especie de tapanco, que mide cuatro por seis metros, aproximadamente.
En esta zona está la planta generadora de energía para la iluminación del túnel. Hay cimbras de madera amontonadas, basura, empaques vacíos de herramientas eléctricas, hule espuma, tierra y lo más importante: otro hueco con su respectiva escalera de madera clavada a una pared del mismo material. Son unos trece metros los que descendemos por esos peldaños.
Llegamos a la entrada (o salida) del famoso túnel. A un metro se observa la pequeña motocicleta con dos carritos metálicos, habilitados como remolque, por el que escapó Guzmán Loera.
Hace calor abajo. El aire es poco y contaminado con la tierra. La altura es 1.70 metros, más o menos, en el inicio de la oquedad.
Conforme avanzamos el túnel se va haciendo más estrecho. Un perito viene de salida y nos pegamos lo más que podemos al muro del lado derecho. Apenas y pasa el funcionario en sentido contrario. Ahora la altura nos obliga a ir reclinados. La altura es de 1.10 metros.
El paso se dificulta porque también debemos sortear los rieles por donde se deslizaba la motoneta. El aire es cada vez menos y cuesta trabajo respirar. También el calor se siente más intenso. Calculamos que estamos a unos 50 metros de la escalera por donde entramos.
Damos la vuelta para emprender el regreso. La mochila que traigo en la espalda hace más difícil que avance, pues roza el techo del túnel.
Por fin llegamos, cansados, al mismo punto por donde bajamos. Ahora subimos la escalera que nos lleva al tapanco. No es fácil subirla, los escalones están muy pegados unos a otros, como si fueran hechos para una persona de corta estatura… como El Chapo.
Subimos, sudorosos, al tapanco. Y de ahí por la otra escalera que nos lleva a la bodega. Un soldado nos auxilia para agilizar la salida. Ya estamos afuera después de unos 25 minutos.
Ese fue el recorrido final que hizo el capo sinaloense, para salir a la bodega, cambiarse de ropa y huir, otra vez, de sus captores…
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Sin duda alguna, hablando en términos periodísticos, la segunda fuga de Joaquín El Chapo Guzmán Loera es más nota
La evasión a través de un túnel, de su celda a una casa aledaña al penal, a un kilómetro y medio de distancia, puso en jaque al sistema penitenciario mexicano y al Estado mismo.
Luego de la sorpresa, vino la indignación. ¿Cómo fue posible que el capo de las drogas, el delincuente más peligroso, lo volviera a hacer? ¿Acaso su peligrosidad no ameritaba controles más estrictos en su vigilancia al interior del Centro Federal de Readaptación Social Num. 1, La Palma, en Almoloya de Juárez, Estado de México?
La primera evasión, del Cefereso de Puente Grande, en Jalisco, fue en un carrito de lavandería, tapado con un montón de ropa sucia y librando todos los obstáculos habidos y por haber. Esa fue la versión oficial. Aunque hay otra más creíble, que apunta a que salió por la puerta grande, ataviado como agente federal, de pies a cabeza, luego de un operativo.
La historia de la fuga de El Chapo aún no termina…