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El Querétaro que nos tocó vivir
José Romero
En los últimos doce años, hemos escuchado que la inseguridad, los accidentes, las tragedias, de todo tipo, “son hechos aislados”.
Fue la respuesta recurrente de quien fuera el titiritero de Francisco Garrido Patrón, su secretario de Gobierno, Alfredo Botello Montes, que minimizó sistemáticamente las fallas de la administración que, en la práctica -al menos así lo vío la ciudadanía-, él fue la cabeza.
Esa frase, la hizo suya Jorge López-Portillo, último secretario de Gobierno de José Eduardo Calzada Rovirosa.
Aunque diferentes medios informativos, principalmente los editados en la capital del país, han dado cuenta de la presencia de jefes del crímen organizado en nuestro estado, aquí se voltea a otro lado.
¿Minimizando la enfermedad, hay remedio?
Auténticos capos, jefes de la mafia del narcotráfico, habitan en ostentosas residencias no solo en la capital del estado, también en San Juan del Río, Tequisquiapan, la Sierra Gorda, e incluso Pedro Escobedo, El Marqués, Corregidora, Amealco, Huimilpan y el semidesierto. Los nacidos en esos lugares, en voz baja, comentan sobre los recién llegados que ayudan a los ahí nacidos, a incrementar su nivel de vida.
Sabemos, por escuetos comunicados de la Procuraduría de Justicia estatal, de aseguramientos, siempre, de pillos de poca monta.
Nada se informa sobre la presencia de familiares directos de peces gordos -esos que nunca atrapó Vicente Fox- que ven en Querétaro, palabras más, palabras menos, “un lugar de descanso”.
La balacera ocurrida este lunes en San Juan del Río, donde, como otras veces, participó la Marina, la Policía Federal y el Ejército, es para el gobierno del estado, otro “hecho aislado”.
Ojalá, con la nueva administración, que inicia funciones el primero de octubre, los “hechos aislados”, se transparenten.
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