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Los Tufos del Narco: La DFS y Miguel Ángel
José Luis García Cabrera
“Con la intención de crear nuestro FBI de huarache, nace la Dirección Federal de Seguridad”, dijo en enero de 1947 el presidente Miguel Alemán Valdés.
La creación de la DFS, era el resultado de una orden que el primer mandatario dio al teniente coronel Marcelino Inurrieta de la Fuente cuatro semanas antes, apenas había tomado posesión.
La intención era integrar un grupo especial para que se encargara de la seguridad del Presidente de la República, y espiar a los personajes públicos del país para ofrecer al Presidente “información veraz y confiable” sobre lo que hacían, decían o escribían, así como otros datos de su vida privada.
Para la formación de la DFS, el teniente coronel Inurrieta se centró en los miembros del Ejército mexicano, pero sólo entre los más destacados elementos del Colegio Militar. El grupo de aspirantes, al principio, era numeroso. Provenían de caballería, infantería y artillería. Al final, el proceso de selección redujo el número a diez, que integraron el primer grupo de la DFS.
El primer subdirector de la naciente DFS fue el mayor Manuel Mayoral García, de quien se decía tenía el control del tráfico de mariguana en todo el país; oficial mayor, el licenciado Enrique Cordero; jefe de Control de Agentes, Juan Ramón Gurrola; jefes de Grupo: Álvaro Basail de la Vía y Ernesto Moncada; dos tenientes y ocho subtenientes recién egresados del Heroico Colegio Militar así como una veintena de policías, fueron sus primeros miembros.
Los Tiernos, fue el nombre con el que se le conoció a este primer grupo integrado, entre otros agentes, por Fernando Gutiérrez Barrios, Medardo Molina Perdomo, Manuel Lecona, Palma Chacón, Herrera Esponda, Jesús Miyazawa, Rosalino Ramírez Faz, Kristian Michel, De la Barrera Turruviates, Luis de la Barreda Moreno, y Margarito Romero Muñoz. Para el mejor desempeño de sus actividades, tuvieron que dejar el uniforme militar para vestir de civiles.
Apenas nació, la DFS fue dividida en dos organismos: la DFS y la Dirección de Investigaciones Políticas. Sus primeras oficinas, era un reducido espacio del tercer piso del edificio de Pensiones. Después pasarían a una casona de la calle de Morelia. Finalmente, con el paso de los años, se establecerían en el edificio que alguna vez albergó la sede de la Policía Judicial del Distrito Federal, frente al Monumento a la Revolución.
Una de las primeras misiones que realizó la DFS, fue por demás curiosa: investigar un “platillo volador” fotografiado por el diario El Universal. La investigación concluyó que no se trataba de extraterrestres, sino de una broma.
Otra de las misiones importantes que tenía que cubrir, era investigar los movimientos de los líderes obreros (en especial de los sindicatos de trabajadores petroleros y ferrocarrileros), algunos extranjeros, periodistas y políticos del PRI, como Ezequiel Padilla y Miguel Henríquez Guzmán.
Dos años después de su creación, 1949, por orden presidencial, a la DFS, al margen del trabajo específico para la que fue creada, se le encomendó la investigación de delitos del fuero común.
Para que la DFS pudiera desarrollar mejor esa nueva actividad y garantizar la seguridad de los capitalinos, la ciudad de México fue dividida en tres secciones. Una de éstas quedó a cargo del Servicio Secreto, otra de la Policía Judicial del Distrito Federal y la tercera a cargo de la DFS, para casos de homicidios y lesiones graves. Disposición esta última que contravenía abiertamente a la Constitución, que ordena como únicas perseguidoras del delito a las policías judiciales.
Cuando por completo se deformó la rigurosa selección de sus integrantes, a la DFS llegaron hasta artistas, como el escultor Pedro Cervantes Coronel; Carlos Rufino, integrante del cuarteto “Los Rufino”; y el cantante y actor Ramiro Castañón. Peor aún, las plazas de comandante de la DFS se comenzaron a vender hasta en dos millones de pesos.
Para cuando esto último sucedía, 1983, treinta y seis años después de su creación, la DFS ya había tenido ocho directores: Marcelino Inurrieta de la Fuente, Leandro Castillo Venegas, Roberto N., Luis de la Barrera Moreno, Fernando Gutiérrez Barrios, Javier García Paniagua, Miguel Nazar Haro y José Antonio Zorrilla Pérez.
La idea romántica de crear la mejor corporación policiaca de México, había fracasado. Pues al paso de los años, la DFS habría de convertirse en una de las corporaciones más temibles y corruptas en la historia policiaca del país.
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Más de una década le tomó a Miguel Ángel Félix Gallardo encabezar a aquellos ambiciosos hombres forjados con sangre y corrupción que hoy eran los pioneros de la organización de Guadalajara. Se enorgullecía de su habilidad para conservar al grupo tras la muerte de Pedro Avilés. Pero más por haberlo hecho crecer como jamás ni él mismo lo imaginó, y por la cantidad de políticos de los tres niveles del Gobierno mexicano que ahora le apoyaban.
Desde luego que esta alianza gestada durante meses y tal vez años, no se dio de la noche a la mañana; ni tampoco se firmó un documento para sellarla. Se dio tras la asunción de José López Portillo a la Presidencia de la República, la puesta en marcha de la Operación Cóndor y el asesinato de Pedro Avilés.
Circunstancias que aunadas a la ambición y la corrupción formaron un espeso y turbio cóctel, que desembocó en un increíble pacto en el que participaron activamente los comandantes de la DFS, Esteban Guzmán, Daniel Acuña y el narcotraficante estadounidense David Wheeler.
En 1975, en Guadalajara, Esteban Guzmán había presentado a Wheeler con el agente de la DFS, Pablo Girón Ortiz, compañero de correrías de los sinaloenses.
Un año después, Esteban, Daniel y Pablo presentaron a Wheeler a su jefe Miguel Nazar Haro, entonces subdirector y más adelante director de la DFS. Nazar platicó ampliamente con el narcotraficante y comprobó que podría ser un valioso instrumento para engrosar sus bolsillos con dinero proveniente de las drogas que se decomisaban y aparentemente destruían, sin beneficiar a nadie. En especial a él.
Con esta idea fija, días después, al narcotraficante estadounidense Nazar Haro le extendió una credencial que lo acreditaba como agente activo de la DFS. Wheeler, además del idioma inglés, dominaba muy bien el español, lo mismo que el portugués y el francés y, sobre todo, tenía contacto con otros narcos ávidos de mercancía, sus potenciales clientes.
A partir de su alianza con la DFS, Miguel Ángel y sus socios: Don Neto, Caro Quintero, Esparragoza Moreno, Acosta Villarreal, Matta Ballesteros, Salcido Uzeta, Gilberto Ontiveros, Javier Barba, Rafael y Juan José Quintero Payán, Bravo Cervantes, entre otros, crearon el cártel de Guadalajara, capital jalisciense a la que llegaron procedentes de Culiacán, Sinaloa, tras el asesinato de Pedro Avilés, para evadir los embates de la Operación Cóndor, y la posibilidad de incrementar aún más su enorme poder. (Extracto del fascículo 2: Caro Quintero El Capo Viejo).
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